La educación que soñamos

Nos atrevemos a soñar en una Guatemala:

Donde los líderes políticos, los empresarios, como también los académicos, los líderes sindicales y de movimientos populares sean servidores del pueblo y no viceversa; y donde las grandes brechas entre ricos y pobres, entre indígenas y no indígenas, entre hombres y mujeres no muestren disparidades insalvables. En otras palabras, un mundo de hermanos y hermanas donde nadie pase necesidad (SE-CJ, 2015: 3), un mundo en donde convivamos en diversidad, y donde cada quien rinda cuentas claras en cuanto a la responsabilidad que se le ha delegado.

Benedicto XVI nos advertía que la sociedad global y excluyente en la que vivimos “nos hace vecinos, pero no nos hace hermanos” (Klein, 2014: 9). La educación jesuita apuesta por una Guatemala que ponga límites crítica y éticamente a la globalización neoliberal y lo concilie con una globalización de la solidaridad y con su responsabilidad con lo nacional. Como expresó en su tiempo San Ignacio de Loyola, “Tanto es de Dios no dejarse constreñir por lo máximo, como saber estar contenido en el mínimo” (Klein, 2014: 9).

Soñamos con una Guatemala consciente de sus problemas estructurales e históricos que lucha por la justicia social, al asumir el compromiso que tenemos como constructores del bien común. En donde se luche por la paz, entendiendo violencia en su sentido amplio como miseria, codicia, acumulación de riqueza, desigualdad y estratificación social, racismo y machismo, falta de educación y de salud; en suma, todo aquello que atente contra la dignidad humana y la justicia social.

Donde la prosperidad no equivalga a crecimiento económico solamente, sino a mayor justicia social. Una Guatemala que prospere por respetar a la madre naturaleza en vez de explotarle y acapararla; sobria, en contraposición a la generación y acumulación de riquezas sin límites; y dignificadora de todas y todos los guatemaltecos, entendiendo la dignidad como intrínseca al ser humano, pues nadie puede otorgarla y mucho menos sustraerla (Klein, 2014: 3). Este es el horizonte en el que la educación jesuita reflexiona y fortalece su propuesta educativa.

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